miércoles, 24 de agosto de 2011

Revértigo

Supongo que lo que cansa no es empezar una nueva etapa, es saber que va a terminar, finalizarlas.

La chorrada de la metáfora del corazón ha calado hondo en la sociedad, y últimamente hasta creo que me duele el pecho, como si lo tuviese hecho añicos. Me lo imagino en fragmentos chiquititos que se van reduciendo a cada despedida. Creo que soy demasiado joven para haber vivido tantas, y no sé si es bueno o malo. Y no sé si llegaré a acostumbrarme alguna vez, aunque mi modo de vida ideal lo requiera, lo que me plantea cómo de ideal será.

Esa noche mi mente bloqueó algo, estoy convencida. Pasé de llorar 4 o 5 veces al día a no inmutarme. Creo que mi cuerpo dijo “basta ya” porque no está preparado para vivir una depresión. Pero el muro que se creó, aunque sirvió por unos días, no es tan sólido como esperaba. En realidad creo que son simples grietas. El revértigo que dirían en cómo conocí a vuestra madre. Que de repente te encuentras con una persona y te apetece comportarte como eras cuando la conociste, te apetece tener 16 otra vez. Y luego aparece otra y quieres tener 18. 21. Supongo que será una buena forma de mantener el espíritu joven, o al menos eso espero.

También, en mi dureza, a veces me pregunto si soy la única que echa tanto de menos. Si soy la única para la que todo esto ha sido tan importante. Porqué nadie dice nada, nadie hace nada para reencontrarse. Porque llevo 3 años sin ver a las que fueron mis mejores amigas en primero de carrera. A la que fue mi mejor amiga durante 4 años, en 5 años la he visto una vez. Y yo lo intento, lo prometo. Y me da miedo ser la única que intenta conservar las amistades. Porque no puedo con todas y me niego a elegir, y las acabo perdiendo sin remedio. Y no quiero. Y no tengo hueco para tantas. Supongo que eso en realidad es bueno. Pero son grietas en esa metáfora que es el corazón. Y yo no estoy tan segura de haber dejado ninguna marca. Si no me llamarían, ¿no?

Lo bueno de tener pareja es esa confianza que tanto me echaba en cara. “¿En serio estás dispuesta a perder esta confianza?”. En serio. Y claro, llega un día que estás más rayada de lo normal y no sabes a quien contárselo. No sabes quién te va a dar el consejo que esperas escuchar, o a quien le va a apetecer escuchar la historia entera aunque ni le vaya ni le venga.

Menos mal que siempre quedan los de siempre. Los que sabes que van a estar ahí, sí o sí. Porque por mucho que rehúya, que reniegue y todo lo que quieras, soy de Alicante y mi casa, la fija, está aquí. Sí, ciudadana del mundo, pero mi punto fijo, el de partida, el de descanso, está aquí, aunque no sea mi favorito. Supongo que a veces viene bien recordarlo. Me da miedo no cuidarlo lo suficiente. Lo tengo tan seguro que hay veces que lo desprecio, e intento cultivar más otras amistades que sé que si no se pueden perder. No puedo hacerlo todo bien.

"Yo me siento prisionero de mi gente y mi amistad", me dijeron una vez, citando a Albertucho. Le tuve que compadecer, porque supongo que yo tuve suerte, y en mi caso no es una prisión, ni mucho menos, más bien diría que es algo así como un chalet de veraneo. Por eso aprecio que, aunque cada vez que venga me esté quejando de qué asco de ciudad, tenéis que ir a nosedonde, lo bien que estaba yo allá, etcétera, vosotras sigáis ahí. No sé, en realidad creo que no os valoro lo suficiente, porque sois mi familia, y a la familia no se la elige, aparece, sin más, y te demuestra que vale la pena volver al hogar, que vale la pena tener 16 un ratito más.

2 comentarios:

  1. Tíiiaaa, que estoy echando el lagrimón xD, que sepas que voy a llegar tarde a tu casa por esperar a que se me pase el careto este T-T. Eso sí, cuando llegue te estrujo :P.

    ResponderEliminar
  2. Has dicho unas cuantas cosas que me alegro de escuchar. Ya era hora!

    ResponderEliminar