Y finalmente, tras meses escondida a cientos de kilómetros y un teclado de distancia, una se cansa de tener miedo a que las cosas, para variar, salgan mal. De querer saber y no atreverse a preguntar. De la nostalgia del volver o el visitar.
Que pa tocar el corazón, aunque solo sea el propio por cuidarlo un poco, a veces vale la pena abrir la boca.
Pero si yo soy un cachito pan recién hecho con nocilla por dentro, no sé por qué os impongo T.T (que a mi me parece bien, que luego me tomáis por el pito del sereno, y eso no es, ejem 777).
ResponderEliminarAún así, me alegro mucho, más que se alegró la trucha cuando se tiró al trucho, de que se haya recuperado un poquito la normalidad :P ^^.